LA ETAPA DE TRANSICIÓN: CRISIS AGRARIA Y LUCHAS CAMPESINAS.

LA ETAPA DE TRANSICIÓN: LA CRISIS DE LA
AGRICULTURA TRADICIONAL

En torno a los primeros años de la década de los cincuenta se producen una serie de fenómenos que van a incidir de forma radical sobre el panorama económico y social, y, lógicamente, sobre la situación del campo español.

Alrededor de las fechas señaladas se produce una lenta, pero clara y creciente separación de la industria respecto a la agricultura. Empieza a dejar de ser verdad aquello de: «Año de buenas cosechas, año de prosperidad para el comercio y las industrias transformadoras.»

Y es la agricultura, en parte, la que financia el desarrollo industrial. Los grandes capitales acumulados en el periodo anterior encuentran una magnifica salida en la inversión industrial. Los mayores agricultores empiezan a obtener sustanciosos rendimientos de esa inversión en la industria.

Otros acontecimientos jugaron también su papel, aparte de los ya enumerados (firma de trata dos, etc.). Entre ellos podemos destacar el fin del racionamiento de alimentos y el proceso emigratorio), tras el término de las circunstancias excepcionales que acompañaron a la época de la guerra y posguerra.

En 1957, el cambio de política en el país consagra una nueva orientación económica que luego se traducirá en el Plan de Estabilización de 1959 y en la profundización del proceso de transformaciones agrarias comenzado con anterioridad. Aunque tal vez sea sólo al principio de la década de los sesenta cuando se manifiesta un acelerado y desordenado proceso de transformaciones sociales y económicas.

Pero en todo caso, parece claro que tal proceso se da intimamente vinculado al del desarrollo español.

El desarrollo español ha respondido al clásico esquema de una expansión acelerada, basada en el crecimiento de la industria y el comercio a costa del sector primario (agricultura, recursos forestales, etc.).

Para llevar a cabo tal proceso de desarrollo ero indispensable, por un lado, disponer de una solida y segura financiación, y por otro, contar con abundante y barata mano de obra. Para ello, se dieron toda clase de facilidades a la inversión industrial. logrando la entrada en nuestro país del capital extranjero por una parte, y por otra la inversión de capital nacional, que en la época que analizamos, al ser España un país fundamentalmente agrícola, tenía necesariamente que proceder del campo.

La inversión extranjera, el sistema bancario el apoyo incondicional del Estado se convierten de ese modo en el triángulo protagonista del crecimiento económico español.

Mientras tanto, el sector agrario se ve relegado en su mayor parte a un papel de víctima constante; objeto de múltiples promesas, pero olvidado a la hora de las realizaciones. Y decimos “en su mayor parte” para evitar caer en una fácil simplificación: la de considerar al campo (sin más explicaciones) como el sector marginado y explotado por el mundo industrial.

Porque cuando se habla de la crisis del campo, con frecuencia se olvidan las enormes desigualdades existentes en él. Y poco tiene que ver, por ejemplo, la crisis del campo en las pequeñas propiedades gallegas o castellanas con las que «padecen» los grandes propietarios del Sur.

Por tanto, afirmar la prioridad de la expansión industrial, no quiere decir que el capital olvidara absolutamente al campo. Por el contrario, en esta


Cuando se habla de «explotación» del campo por la industria, se mote indiscriminadamente en un mismo cajón a todas las personas vinculadas, en una u otra forma, a la agricultura. Parece que olvidáramos la explotación y las enormes diferencias de clase que pueden darse dentro del mismo sector.

Por eso es importante huir de las generalizaciones fáciles que tienden a confundir.

La contradicción principal es la que enfrenta a unas clases con otras en ambos sectores productivos (agricultura e industria). No la que enfrenta a estos dos sectores.

El desarrollo económico español, creador de desigualdades. no es algo tan irracional como a primera vista parece.

Tiene su explicación en la lógica del crecimiento de una economía capitalista y en los intereses de las clases que planifican dicho crecimiento.


época, el capitalismo se orienta también a zonas agrarias, buscando las explotaciones más rentables y con menores riesgos.

LOS SÍNTOMAS DE LA CRISIS

En la primera mitad de los años sesenta, un conjunto de hechos nos dicen claramente, quizás por primera vez, que algo en el campo ha cambiado. Veámoslos:

• Apenas crece la productividad agraria.

• La participación relativa del sector agrario disminuye en relación a la producción total del país.

• Nuestro comercio exterior cambia de signo. Desde 1963 (con la excepción del año 1964) importaremos —en dinero- cada vez más productos alimenticios que los que exportamos.

• La población trabajadora desciende rápidamente en el sector agrícola.

• Gran parte del capital generado en la etapa anterior sigue marchando a inversiones industriales.

Consideremos más detenidamente alguno de estos hechos.

LA EMIGRACIÓN

El proceso de emigración desde el campo comenzó por los braceros y jornaleros agrícolas, lo cual ocasionó la disminución do la oferta de mano de obra para las explotaciones agrarias. La escasez de mano de obra forzó el encarecimiento de la misma y como consecuencia comenzó a resultar interesante el proceso de mecanización, sustituyendo así a la “costosa” mano de obra.

La mecanización se introdujo más rápidamente en aquellas fincas en las que, por su tamaño, se podía amortizar más fácilmente la maquinaria comprada. Con el paso del tiempo, ésta mecanización se extenderá a casi todas las explotaciones de forma masiva y, en muchos casos, sin ningún criterio de rentabilidad.

Esta extensión es coincidente con la necesidad de las fábricas de maquinaria de colocar sus productos en el mercado. El esquema es el mismo que el del consumo: Se crea la necesidad (real o no) del producto para luego poder venderlo.

Además de la mecanización se produce una tendencia a la reconversión paulatina de las explotaciones y un cierto proceso de capitalización: comienza a cobrar importancia la utilización de producios ajenos a la explotación (fertilizantes, piensos, herbicidas), y de criterios empresariales modernos. Aunque en forma desigual, según zonas, el objetivo de obtener el máximo beneficio de la explotación se convierte en el principio prioritario.

Los campesinos que no podían mecanizar sus explotaciones, por ser demasiado pequeñas, pronto se encontraban en situación de inferioridad y muchos de ellos se vieron obligados a emigrar. Así se constituye lo que se ha llamado la “segunda oleada de emigración campesina», constituida por estos agricultores, y muchos de los hijos de los campesinos que permanecieron en el campo: se iniciaba así otro proceso que luego alcanzará más importancia: la falta de brazos jóvenes en la agricultura y el proceso de envejecimiento de la población campesina.

El nuevo grupo de gente que salía del campo pasaba a cubrir nuevos puestos do trabajo en la industria y los servicios, o emprendía el camino a Europa, entonces en fase de crecimiento acelerado.

Por otro lado, no hay que olvidar otra serie de factores en relación con la situación que se vivía en los pueblos en comparación con la vida urbana Como antes decíamos, el abandono y olvido en que so encontraban las zonas rurales, así como la propaganda consumista, eran «invitaciones indirectas a la emigración».

Todo en el campo empujaba a salir. De esta forma, entro 1950 y 1970, en veinte años, la población trabajadora en el campo baja del 48,8 al 29,2 por 100 del total.

La emigración española se dio en poco tiempo y de forma enormemente acelerada, en comparación con otros países vecinos. Por eso también es difícil medir el alcance de las transformaciones habidas y los enormes costos sociales que ha supuesto. Basta con pensar que la mayor parte de la población del país vive en lugares distintos a los de su nacimiento.

Cabría por último recordar dos aspectos: Uno, que el proceso emigratorio se dio desde las zonas más marginadas y olvidadas del país a las tradicionalmente «ricas», con lo que se afianzaba la radical separación entre ambas, y otro, que se iba dando como consecuencia un acelerado crecimiento anárquico y no previsto de las grandes ciudades con los enormes costes sociales que este proceso de urbanización conllevó.

Como consecuencia del crecimiento de los grandes núcleos urbano-industriales, se iba produciendo el aumento y el cambio de la demanda de los productos alimenticios necesarios para el abastecimiento de las ciudades. De la misma manera que antes indicábamos, esos cambios provocaban un alza importante de los precios agrícolas que, unido al incremento de los salarios en la agricultura, sería uno de los factores para comprender las transformaciones ocurridas en el campo.

Ahora la producción deberá adaptarse a las nuevas necesidades del mercado y la mayor parte de la agricultura se va orientando a él.

La dieta alimenticia se hace ahora más rica y variada. Para responder a ella, debe transformarse la producción de productos agrarios.

LA POLÍTICA AGRARIA

¿Cuáles fueron las líneas maestras de la política agraria en esta etapa?

Dentro del marco general de la política económica del país y de la característica permanente de ausencia de planificación en el sector, la política agraria se orientó a facilitar las transformaciones descritas.

Los instrumentos principales utilizados para llevar a cabo esa política agraria de apoyo a la transformación fueron:

• Política de precios. Aunque se siguen protegiendo los precios de los productos clásicos como trigo, olivar, vid, etc., se observa una tendencia a ofrecer ventajas para los precios de nuevos productos (remolacha, leche, productos ganaderos, etc.), con objeto de aumentar su producción.

• Colonización. (Política de regadíos). La cifra de hectáreas transformadas en regadío aumenta en gran cantidad en esta época.

Además, el Instituto de Colonización ha facilitado la progresiva adaptación y tecnificación de las explotaciones familiares (subvenciones y créditos para compra de maquinaria, instalaciones, etcétera).

• Concentración parcelaria. Su actuación se dirigió a evitar los inconvenientes de la excesiva parcelación facilitando así la mecanización de las pequeñas explotaciones.

• Política de créditos. Se canalizan los créditos hacia las industrias de transformación (bodegas. almazaras, etc.)- Respecto a la explotación, se exigen ciertas condiciones técnicas y de rentabilidad, con lo cual se apoya a las medianas y grandes explotaciones y no se conceden apenas créditos a las más pequeñas.

• Servicio de Extensión Agraria. A través de la capacitación y asesoramiento a los agricultores a facilitado la aplicación de nuevas técnicas, imprescindibles para el proceso de transformación.

• Cooperativismo. La política agraria fomenta el proceso de creación de cooperativas y grupos sindicales para facilitar y mejorar la producción y la comercialización de los productos agrarios.


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