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CRISIS AGRARIAS Y LUCHAS CAMPESINAS. PRÓLOGO
CRISIS AGRARIAS Y
LUCHAS CAMPESINAS.
1970-1976
Este libro es,
verdaderamente un trabajo colectivo. Ha sido posible gracias a las
informaciones de los campesinos y trabajadores del campo que han
protagonizado los conflictos que aquí se describen, y al trabajo de
elaboración y análisis de un grupo de coordinación.
Este libro es, por
tanto, de todos los hombres y mujeres del campo. Y a ellos va
dedicado.
CRISIS AGRARIAS Y
LUCHAS CAMPESINAS.
1970-1976
Este libro es,
verdaderamente un trabajo colectivo. Ha sido posible gracias a las
informaciones de los campesinos y trabajadores del campo que han
protagonizado los conflictos que aquí se describen, y al trabajo de
elaboración y análisis de un grupo de coordinación.
Este libro es, por
tanto, de todos los hombres y mujeres del campo. Y a ellos va
dedicado.
PROLOGO
Un grupo de jóvenes
inquietos, inquietados por lo mal que van las cosas labradoras, han
estructurado un libro y me piden que labre esta parcela y la roture
para recibir unas semillas de letras, que den como fruto un prólogo.
El libro es un
compendio de sucesos ocurridos en todo el ámbito nacional de los
cuales han sido protagonistas los hombres de la tierra, campesinos y
obreros agrícolas. Con ello han demostrado «QUE EN EL CAMPO ALGO SE
MUEVE YA», que aunque postrado y casi yerto, el campo sigue diciendo
su palabra.
A informar y a
inquietar va dirigido este libro. No tiene mayores pretensiones; en
él encontramos la génesis de los problemas, la descripción de las
acciones y el análisis de cada una de ellas. Esperan que su trabajo
sirva para que los hombres del campo aprendan o se ratifiquen en la
eficacia de sus armas.
EL PLANTE, LA HUELGA
Y LA MANIFESTACIÓN son armas de lucha que siempre utilizaron las
capas sociales «inferiores», marginadas y sojuzgadas, contra las
capas sociales «superiores», dueñas del poder económico, al que
en lodos los casos añaden el político.
Estas armas de
lucha, utilizadas desde siempre por el proletariado, han empezado a
ser utilizadas por otras capas sociales, antaño no sojuzgadas ni
marginadas, pero a las que la carrera hacia el progreso y la actitud
poco humana de los económicamente fuertes, han situado en
condiciones equivalentes a las que siempre vivió el asalariado.
Estas capas somos los pequeños y medianos labradores, cuya
existencia y calidad de vida ya nadie puede envidiar.
Y el hecho resulta
mucho más decepcionante en un país como el nuestro que hizo célebre
la frase «ARRIBA EL CAMPO».
Recordando los
tiempos en que la tal frase hizo su aparición y se quedó a vivir
entre nosotros y revisando el presente empobrecido que vivimos los
campesinos de poca tierra, uno siente en su alma la gran frustración
que ha supuesto el apoyo incondicional que entonces dimos a los
inventores del slogan.
De entonces para
acá. la vida del campesino y de la familia campesina en nuestro
pueblo ha ido en constante retroceso.
En el orden
económico es indudable que hoy manejamos más dinero, pero nuestras
formas de vida no han mejorado
En el orden cultural
no somos analfabetos en el sentido literal de la palabra, pero
nuestro anal analfabetismo práctico es patente. Si un aparatito
midiera nuestra cultura de hoy, contraponiéndola a la que teníamos
hace cuarenta años, señalaría un notable retroceso por comparación
a la que han adquirido oíros sectores de la población.
Lo que hoy se llama
ocio, que es el descanso normal a cuyo disfrute todos tenemos
derecho, nosotros los campesinos aún no lo conocemos.
El disfrute de un
horario de trabajo debidamente regulado, las vacaciones y toda la
cama que compone lo que genéricamente llamamos ocio sólo será
posible cuando hayamos renunciado a nuestro individualismo y
aceptemos que lo AGRARIO tiene que regirse por los mismos supuestos
que las actividades industriales. Solo con la implantación de modos
cooperativos de producción y comercialización podríamos lograr
esto.
El sistema seguido
por nuestros antepasados, y mantenido por nosotros, de llevar
adelante el trabajo agrario partiendo de nuestra familia campesina,
ya no es viable.
El sistema de
producción familiar resulta esclavizante y al final nada arregla,
puesto que todo es un tejer y destejer triste e inútil. Lo que una
familia campesina teje a fuerza de sacrificio, se desteje al
desaparecer los cabe/as de familia, constantemente asistimos al
espectáculo doloroso de que nuestras empresas, las empresas
campesinas, jamás alcanzarán el peso económico suficiente para que
sean debidamente escuchadas y atendidas.
Antes de la
mecanización del campo, una familia campesina defendía mejor su
vida porque la aran mayoría de las cosas que necesitaba las tenia
junto al tajo y en su misma casa.
Con la mecanización,
inevitable si queremos progresar, la familia campesina ha recibido un
duro golpe en lo que a entidad de explotación tipo se refiere. La
mecanización impone unos conocimientos especializados y técnicos
que nosotros no tenemos. Vale recordar que muchas' veces hemos
labrado un día entero atando los tiros de la yunta con cordeles o
una mancera con alambres, o hemos enderezado la punta a una reja con
sólo un par de piedras. Hoy, salvando honrosas excepciones, cuando
el tractor no va, nos rascamos la cabeza y miramos a la máquina con
toda nuestra ignorancia: ¿qué sabemos de electricidad del
automóvil?, ¿qué de los motores de explosión o de gasóleo?, ¿qué
de bombas de inyección o de motores de arranque? Y si tocamos el
abonado, hoy imprescindible, nos sucede lo mismo.
Los avances
científicos y tecnológicos aplicados a la actividad agraria nos han
desbordado y nos han hecho totalmente dependientes de todos y de
todo, en lo que a reparaciones y adquisiciones se refiere.
En cuanto a las
relaciones de compras y de ventas de productos de otras clases hemos
alcanzado el techo de la irracionalidad. Hasta tal punto se han
atomizado los canales comerciales que hoy, cualquier individuo que
disponga de cien mil pesetas para alquilar un almacén, se convierte
en comerciante. Y si dispone de la misma cantidad para adquirir unas
herramientas, se convierte en industrial, de lo que sea, que sólo
con abrir sus puertas todas las mañanas logra que nosotros, entrando
y saliendo, le dejemos una ganancia superior a la que nosotros
logramos arriesgando un capital de explotación cuarenta veces
superior.
La mecanización, el
abonado racional y científico, la comercialización de todos los
productos, nos han llevado a una situación de dependencia que la
familia campesina ya no puede superar, por lo cual se ha convertido
en una clase inferior y marginada en los mismos niveles que el
obrero. Y ambos se ven precisados a luchar por su subsistencia.
Llegadas las cosas a
este punto, a nadie debe extrañar que las familias campesinas
promuevan acciones de protesta reivindicando por su existencia como
siempre lo hicieron los obreros, y a nadie puede extrañar tampoco
que a medida que la situación se nos deteriora más y más,
aumentemos las protestas a todos los niveles y en todos los lugares.
Febrero 1976
Maximiano Rodríguez
Agricultor de
Castromonte (Valladolid)
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